En México, los pozos de agua subterránea representan una fuente vital de abastecimiento para el consumo humano, las actividades agrícolas, industriales y ganaderas. Sin embargo, la creciente presión antropogénica, el mal manejo de residuos y la carencia de monitoreo efectivo han incrementado los casos de contaminación de pozos, generando serias implicaciones ambientales, sanitarias y legales. La problemática no es reciente, pero su gravedad ha cobrado mayor visibilidad en los últimos años debido a la escasez hídrica, los efectos del cambio climático y el endurecimiento de los marcos normativos.
Desde el enfoque de un laboratorio ambiental como Orozco Lab —acreditado conforme a la NOM-052-SEMARNAT-2005 y comprometido con los más altos estándares analíticos—, analizar la contaminación de un pozo no es solamente una tarea técnica, sino una responsabilidad crítica que tiene repercusiones directas sobre la salud pública, el cumplimiento legal y la preservación de los ecosistemas.
Un pozo se considera contaminado cuando el agua extraída presenta concentraciones de sustancias químicas, biológicas o físicas que superan los límites permisibles establecidos en la normativa oficial para los usos previstos del recurso (ya sea potable, agrícola o industrial). Esta definición técnica implica no solo la presencia de compuestos indeseables, sino también la evaluación de riesgo potencial para la salud humana y el medio ambiente.
Desde la perspectiva analítica, los parámetros que se monitorean comúnmente en la evaluación de contaminación incluyen: metales pesados (como plomo, arsénico, cadmio y mercurio), compuestos orgánicos volátiles (COVs), hidrocarburos, pesticidas, nitratos, coliformes fecales, sólidos disueltos totales, pH, conductividad, entre otros.
La identificación de estos compuestos se lleva a cabo mediante métodos normalizados (NOMs, EPA, ISO), aplicando técnicas de espectrometría de absorción atómica, cromatografía de gases, espectrofotometría UV-Vis, entre otras.
La contaminación de pozos puede tener un origen puntual o difuso. Las fuentes puntuales incluyen fugas de tanques subterráneos, descarga directa de aguas residuales, infiltraciones desde sitios contaminados, entre otros. Las fuentes difusas, más difíciles de rastrear, incluyen la lixiviación de agroquímicos, escorrentía urbana o infiltración desde rellenos sanitarios mal diseñados.
En estados como Guanajuato, Querétaro y el Estado de México, se han documentado pozos contaminados por nitratos y arsénico debido al uso intensivo de fertilizantes y la geología natural del subsuelo. En zonas industriales como Tula (Hidalgo) o Salamanca (Guanajuato), los compuestos orgánicos y metales pesados han sido los principales contaminantes, asociados a actividades petroquímicas y metalúrgicas.
La contaminación de un pozo no solo afecta el agua extraída, sino que puede representar una amenaza para el acuífero completo, especialmente cuando la pluma de contaminación se expande. Esto puede alterar la composición química del subsuelo, impactar ecosistemas asociados (como humedales y ríos conectados hidráulicamente) y reducir la disponibilidad de agua limpia en una región ya de por sí afectada por estrés hídrico.
En zonas rurales donde no existen redes de agua potable, los pozos representan la única fuente de agua para comunidades enteras. La presencia de contaminantes puede provocar la acumulación de metales pesados en organismos, alteraciones reproductivas, enfermedades gastrointestinales y envenenamientos crónicos, como se ha observado en comunidades de La Laguna (Coahuila-Durango), afectadas por arsénico.
El consumo de agua contaminada puede derivar en efectos agudos o crónicos dependiendo de la sustancia involucrada y su concentración. Por ejemplo:
El marco regulatorio nacional establece límites permisibles en la NOM-127-SSA1-2021, la cual especifica los parámetros de calidad para agua destinada al consumo humano.
En México, el marco jurídico aplicable a la contaminación de pozos se basa en diferentes instrumentos legales y normativos:
Cuando se detecta un pozo contaminado, la PROFEPA (Procuraduría Federal de Protección al Ambiente) y la CONAGUA (Comisión Nacional del Agua) pueden iniciar procesos administrativos, ordenar estudios técnicos, clausuras temporales y establecer responsabilidades jurídicas.
Las empresas que operan pozos de extracción deben contar con concesiones vigentes y garantizar el cumplimiento normativo. La omisión puede derivar en sanciones económicas, penales y civiles.
Cualquier industria, municipio o particular que detecte un problema de contaminación debe realizar una caracterización detallada del agua, con laboratorios acreditados como Orozco Lab, para determinar la magnitud del problema y definir medidas correctivas. Esto es particularmente relevante cuando la fuente de la contaminación se relaciona con residuos peligrosos conforme a la NOM-052-SEMARNAT-2005.
En Orozco Lab, el protocolo para evaluar un pozo potencialmente contaminado se basa en un enfoque integral que incluye:
En el municipio de Celaya, Guanajuato, se detectaron concentraciones de nitratos superiores a 70 mg/L en varios pozos agrícolas. El origen fue la sobreaplicación de fertilizantes nitrogenados. La autoridad local, con apoyo de un laboratorio acreditado, inició un programa de remediación que incluyó monitoreo periódico, modificación en prácticas agrícolas y construcción de barreras hidráulicas.
En el municipio de Amozoc, una toma clandestina en un ducto de hidrocarburos causó la infiltración de gasolina en un acuífero. La CONAGUA y PROFEPA intervinieron. Se aplicaron estudios de caracterización, se prohibió temporalmente el uso del pozo y se implementó un sistema de bombeo y tratamiento por carbón activado. Las acciones fueron supervisadas por un laboratorio con acreditación vigente.
En una zona industrial del municipio de Naucalpan, se hallaron niveles elevados de plomo y cadmio en agua subterránea utilizada por pequeñas industrias. La contaminación se atribuyó a la disposición inadecuada de lodos de galvanoplastia. Las autoridades locales, en conjunto con especialistas ambientales, ordenaron la clausura de pozos contaminados y el tratamiento de suelos y aguas con tecnologías de remediación asistida.
La prevención es siempre más costo-efectiva que la remediación. Algunas estrategias recomendadas incluyen:
Cuando ya existe contaminación, las opciones de remediación dependen de la naturaleza del contaminante. Algunas tecnologías aplicables son:
La contaminación de un pozo representa un riesgo sistémico con múltiples implicaciones: ambientales, sanitarias, legales y sociales. En México, los marcos normativos ofrecen herramientas robustas para prevenir y remediar esta problemática, pero su efectividad depende de la vigilancia, el cumplimiento y el trabajo técnico riguroso de laboratorios especializados como Orozco Lab.
Como profesionales en el análisis de residuos peligrosos y caracterización ambiental, comprendemos que la detección oportuna, el diagnóstico preciso y la interpretación técnica fundamentada son elementos esenciales para tomar decisiones informadas. La colaboración entre autoridades, empresas, comunidades y especialistas es indispensable para preservar este recurso vital y garantizar un futuro sostenible para las generaciones venideras.